El líder chino Xi Jinping ha visitado por sorpresa Tíbet. Este desplazamiento, del que los medios oficiales solo han informado a posteriori, pretende conmemorar el 70º aniversario del establecimiento de la región autónoma como parte de la República Popular. Xi llevaba diez años sin pisar Tíbet, se trata de la primera vez que acude como máximo mandatario del país y, también, el primer viaje de un jefe de Estado chino allí en más de tres décadas.
Xi ha pasado en la región los dos últimos días. El miércoles voló a la ciudad de Nyingchi, donde observó las labores de conservación medioambiental en dos ríos de la zona e incluso se atrevió a emplear la expresión tibetana de buena suerte ‘tashi delek’, saludo capturado en algunos de los vídeos compartidos por medios oficiales.
Desde allí tomó el tren a la capital, Lhasa. Esta línea ferroviaria de alta velocidad, recién estrenada, constituye uno de los grandes proyectos con los que el Gobierno pretende mejorar la comunicación de Tíbet con el resto del país, en este caso por medio de la vecina provincia de Sichuan. El gran obstáculo es la geografía de la región: Lhasa, por ejemplo, se encuentra a 3.656 metros sobre el nivel del mar. La altura también es el motivo que las autoridades chinas aducen para vetar la entrada a Tíbet de la prensa extranjera.
Durante su estancia en Lhasa, Xi ha visitado el Palacio de Potala. Esta icónica construcción es la residencia tradicional del líder espiritual del budismo tibetano, el Dalai Lama, quien reside exiliado en la ciudad india de Dharamshala desde 1959 y a quien el Partido Comunista considera un separatista y enemigo del Estado.
Durante sus intervenciones, recogidas por la agencia oficial de noticias ‘Xinhua’, Xi ha llamado a Tíbet a seguir «el liderazgo del Partido [Comunista]». «China se ha embarcado ahora en un nuevo viaje para la construcción integral de un país socialista moderno, el desarrollo de Tíbet también se encuentra en un nuevo punto de partida histórico», ha proclamado el líder. Solo a través de la unidad nacional y «el socialismo con características chinas», ha añadido, podrá hacerse realidad «el sueño del gran rejuvenecimiento de la nación china».
Sociedad socialista
Xi también ha hecho hincapié en la necesidad de que el budismo tibetano «se adapte a la sociedad socialista». Durante sus encuentros con funcionarios locales, les llamó a fortalecer la unidad nacional y la educación patriótica como mecanismos para contrarrestar el «separatismo». El propósito es que la población tibetana «se identifique más con la gran patria, el pueblo chino, la cultura china, el Partido Comunista Chino y el socialismo con características chinas».
Xi acudió a la región por última vez en 2011, cuando todavía ostentaba el cargo de vicepresidente, para celebrar el 60º aniversario de, según la narrativa promulgada por el Gobierno, «la liberación pacífica de Tíbet». Ya entonces prometió en su discurso luchar contra todo tipo de «actividades separatistas». Las imágenes de su visita oficial han provocado el rechazo en la comunidad tibetana en el extranjero.
Tenzin Lekshay, portavoz de la Administración Central Tibetana, el gobierno en el exilio radicado en Dharamsala, ha asegurado que el énfasis en la estabilidad se traducirá en controles más estrictos. «El gobierno chino ya dijo lo mismo en 2001, 2011 y ahora en 2012. ¿Pero de la estabilidad de quién estamos hablando aquí? Desde luego, no de la estabilidad del pueblo tibetano». «Creemos que el pueblo tibetano está muy descontento con la línea dura impuesta por el Gobierno chino (…). No se han respetado las verdaderas aspiraciones del pueblo tibetano de preservar su cultura e identidad. Lhasa se ha convertido en un museo viviente, una atracción turística», ha continuado.
«Una liberación pacífica»
En 1950 y tras derrotar al bando nacionalista de Chiang Kai-shek, las huestes comunistas de Mao Zedong se abrieron camino hasta Tíbet, independiente desde 1912. La República Popular incorporó el territorio ese mismo año por medio del ‘Acuerdo de Diecisiete Puntos’ alcanzado con el Dalai Lama, de aquella un joven de 15 años recién entronizado. Este texto concedía la soberanía a China pero reservaba amplias cuotas de autonomía para Tíbet.
El afán del Gobierno chino por imponerse y las tensiones étnicas estallaron en el levantamiento del año 1959. Lo que empezó como unas protestas pacíficas pronto se convirtieron en violentas, hasta que el Gobierno recurrió al Ejército Popular de Liberación para sofocarlas. Temiendo por su vida, el Dalai Lama escapó a la India, asegurado que el acuerdo había sido un engaño. Desde entonces, el Partido Comunista ha puesto en marcha un programa político para homogeneizar la sociedad del territorio, donde el 80 por ciento de la población es de etnia tibetana y la mayoría profesa el budismo.