Los crímenes de un misterioso asesino en serie atormentaron durante décadas a la policía de París. Ahora, según publica la prensa francesa, un agente retirado de la policía, confesó poco antes de morir ser el homicida conocido como «Le Grêlé», que en español podría traducirse como el hombre de las cicatrices en la cara.
Identificado como François Vérove, su ADN se corresponde con varias muestras encontradas en el lugar de los crímenes.
Sus asesinatos y violaciones conmocionaron a los parisinos entre 1986 y 1994, pero ninguno había podido ser resuelto hasta ahora.
Entre los crímenes que se le imputan está el asesinato de la niña Cécile Bloch, de 11 años, desaparecida después de no acudir a la escuela en 1986.
«Nunca sabremos todos los crímenes que ‘Le Grêlé’cometió», declaró Didier Saban, abogado que representa a las familias de las víctimas.
A Vérove se le relaciona con cuatro asesinatos y seis violaciones, pero Saban afirma que no hay duda de que hubo muchos más, y su muerte ha dejado a muchos sin respuestas.
El cuerpo del sospechoso, en un apartamento alquilado
El retrato del asesino de las cicatrices ha colgado durante años de las paredes de la sede de la Brigada Criminal de la Policía Judicial de París.
El caso llevaba años en un cajón, hasta que un magistrado decidió recientemente enviar cartas a 750 gendarmes de la Policía Militar destinados en la región de París en la época de los crímenes.
El sospechoso, de 59 años, había pertenecido a la Policía Militar antes de ingresar en la policía y luego retirarse. La policía lo citó el 24 de septiembre para que entregara muestras de su ADN cinco días después. El 27 su mujer denunció su desaparición.
Finalmente se encontró su cadáver en un apartamento alquilado en Grau-du-Roi, en la costa mediterránea, junto con una nota de suicidio. Los investigadores aseguran que sus muestras de ADN coinciden con las halladas en algunos de los lugares donde el asesino de las cicatrices cometió sus crímenes.
El contenido de la nota que dejó no se ha hecho público, pero informaciones en la prensa francesa aseguran que en ella confesó haber experimentado «impulsos previos» aunque decía haberse recuperado. Aparentemente, reconocía haber cometido asesinatos sin dar detalles de las víctimas o de las circunstancias.
«Muy seguro de sí mismo»
El apodo de «Le Grêlé» se debe a algunas de las pruebas recopiladas en el caso de la niña Cécile Bloch.
Luc Ricchard, hermano de la víctima, fue uno de los vecinos que afirmó haber visto a un hombre con el rostro castigado por el acné el día que ocurrió el crimen en un bloque de apartamentos en el Distrito 19, en el norte de París.
El cuerpo de Bloch se encontró más tarde bajo una vieja alfombra. Las autoridades dijeron que había sido violada, estrangulada y apuñalada. El crimen causó una honda impresión en toda Francia.
Su hermano, que ayudó a la Policía a esbozar un retrato del sospechoso, recordó haber coincidido en el ascensor con el hombre y dijo que parecía «muy seguro de sí mismo».
«Me dijo algo como que tuviera un muy buen día», recordó en una entrevista en el periódico «Sud Ouest» en 2015. Richard ha hablado con anterioridad de cómo el recuerdo del crimen le persiguió toda su vida y ha dicho haber vivido con «un gran sentimiento de injusticia».
Las muestras de ADN vincularon además a Bloch con otros asesinatos y violaciones.
Entre ellos estaba el asesinato en 1987 de Gilles Politi, de 38 años, y su niñera, la alemana Irmgard Müller.
Informes locales indicaron que también estuvo implicado en el asesinato en 1994 de Karine Leroy, de 19 años, que fue hallada muerte en el linde de un bosque más de un mes después de que hubiera desaparecido mientras se dirigía a la escuela.
En las violaciones de una alemana de 26 años y dos niñas de 11 y 14 años, el criminal se identificó como policía, según informaron los medios.
«Teníamos la convicción de que era o un policía o un policía militar, tanto por la violencia que usaba contra sus víctimas como por las tácticas que empleaba», le dijo el abogado de las víctimas a France Info TV. A veces, llegaba a mostrar su tarjeta con los colores de la bandera de Francia.
El abogado Saban cree que el asesino había hecho todo lo posible por no dejar su ADN en los lugares de sus crímenes. Pero ahora que su identidad se ha desvelado, la abogada quiere que se reabran los casos sin resolver en los que no se usaron las técnicas de ADN.