La nadadora estadounidense Rebecca Meyers, seis veces medallista (tres oros, dos platas y un bronce) entre los Juegos de Londres 2012 y Río 2016 ha anunciado que se retira de Tokio 2020 alegando falta de apoyo de la organización japonesa.
Desde 2017 el Comité Olímpico y Paralímpico Estadounidense (USOPC) le había permitido tener a su madre como asistente personal en todas las competiciones, pero esta vez es diferente. «El Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos me ha denegado el alojamiento para mi Asistente Personal (PCA)», así lo hizo público la nadadora en sus redes sociales. Con motivo de la situación sanitaria actual solo está permitido el alojamiento de un asistente en el equipo para ayudar a 33 miembros de la delegación, 9 de ellos ciegos.
Esta ha sido la razón por la que ha decidido no asistir a los Juegos Olímpicos de Tokio: «Con el coronavirus, hay nuevas medidas que restringen la asistencia de personal no esencial, y estoy de acuerdo con eso, pero mi asistente personal es esencial para mí para competir».
Meyers tiene el síndrome de Usher, una enfermedad hereditaria que causa una pérdida grave de la audición, y retinitis pigmentosa, un trastorno ocular que provoca un deterioro de la visión con el tiempo. Desde que era joven, ha usado un implante coclear, que es un dispositivo electrónico que le permite escuchar. Además, tiene un perro guía llamado Birdie, que la ayuda a transitar y desenvolverse por su entorno. La nadadora paralímpica es capaz de conversar principalmente al leer los labios, lo que no sería tan útil en Tokio, ya que el uso de máscaras es obligatorio.
La actual tricampeona lanzó una pregunta como protesta por esta medida por la que ha renunciado a defender a Estados Unidos en los Juegos de Tokio: «¿Por qué en 2021 tengo que seguir peleando por mis derechos como persona con discapacidad? Hablo para que las futuras generaciones de atletas paralímpicos no tengan que pasar por la dolorosa experiencia que he tenido que vivir yo. Ya está bien».