Real Madrid regresó de donde sólo los elegidos pueden. O los campeones. Perdía 2-0 al descanso, víctima de sus propios errores, especialmente de Militao, ante un buen Sevilla, temible en su estadio. Desbordante de fútbol y de convicción, con relevos claves y un juego rápido y vertical, levantó el partido que contaban todos sus rivales, especialmente el Barcelona.
La resurrección blanca tiene el mérito añadido de sobrevivir a un calamitoso arbitraje de Cuadra Fernández, que primero no expulsó a Camavinga y después vio mano en un control con el pecho de Vinicius que era el empate. Polémicas al margen, Rodrygo, Nacho y Benzema firmaron un triunfo memorable, que dignifica a un campeón.
Siempre fue el Pizjuán un buen baremo para el Real Madrid. Y para sus rivales. En las previsiones de posibles pinchazos aparecía subrayada en rojo la bombonera de Nervión,. Un campo tremendo, cerrado, que asfixia a poco que ofrezca su equipo. Y a pesar de un arranque correcto, de posesión larga y buena colocación, el líder recibió un castigo durísimo por su falta de tensión.
Primero se embolicó Lucas, lateral derecho, al salir por el centro y perder la pelota que obligó a Modric a hacer falta. Rakitic apuntó a la escuadra, le salió a media altura y Militao dimitió de la barrera para abrir la puerta al 1-0. Imposible para Courtois. Por allí pululaba un atacante sevillista sin respetar distancia. No intervino en el estropicio blanco.
En la Champions se extrañó a Militao, especialmente en el juego aéreo. En Sevilla tuvo una noche horrible. Después del lío de la barrera y discutir con Modric, acudió al cruce ante Tecatito más preocupado por evitar la falta que el peligro. El mexicano, una anguila, se escurrió de la vigilancia, cedió atrás ante Courtois y Lamela, excelente al acompañar el ataque, empujó a puerta vacía. En cuatro minutos des
Se quejarán los madridistas de una mano de Diego Carlos previa al 1-0, parecida a aquella de Militao del pasado año. Más se quejan los sevillistas del criterio de Cuadra Fernández al no apreciar falta en un derribo claro de Camavinga a Martial que era segunda amarilla. Queda consignado a título de inventario, porque cada uno verá lo que quiera.
El caso es que el Sevilla encontró una ventaja amplia tras dudar de inicio y morder después, cuando vio vulnerable al Madrid en su cobertura. El invento de Ancelotti con Carvajal de lateral zurdo no flaqueó especialmente por ese sector, sino por el contrario, donde flaqueó quien hasta la fecha había sido su defensor más fiable. Militao, autor de un golazo en la ida, despachó un primer tiempo terrible y determinante. En cambio, el Sevilla tuvo suerte al no penalizar algunos errores en cobertura, especialmente de Koundé. Sólo Benzema en el tramo final del primer acto exigió a la zaga hispalense, sobre todo en una acción exquisita ante Diego Carlos que se le fue arriba por poco.
Los dos entrenadores movieron el árbol tras el descanso. Ancelotti retiró a Camavinga por esa tendencia juvenil a no medir sin balón, y Lopetegui buscó más control en la medular con Oliver por el Papu. Lo primero que ocurrió fue una ocasión clarísima de Benzema, habilitado por Modric, que anuló Bono con una mano imponente. Abajo, al rincón. Respuesta de futuro Zamora, salvo catástrofe. Faltaba por saber si esa acción era un accidente o una tendencia. Resolvió la duda Rodrygo al culminar una gran combinación de Vinicius y Carvajal. 1-2.
Lo que es el fútbol. La entrada de Camavinga había sido esencial para remontar a PSG y Chelsea. La salida del francés volteó el partido porque el Sevilla no encontraba salida a la presión blanca. Un tiro durísimo de Militao y un pase de Benzema al que no llegó Rodrygo por milímetros. Como no había opción de tiempo muerto, Rakitic se fue al suelo, muy cuco, y dio aire a su equipo. Entraron Augustinsson por Acuña, tieso, y Gudelj por Tecatito. La respuesta fue otro tiro de Benzema, duro, cruzado, cerca del palo. Mucho tiempo aún por delante.
La jornada arbitral, nefasta en varios campos, alcanzó su cima en el Sánchez Pizjuán con el gol anulado a Vinicius por mano. Cuadra vio que se acomodaba con el antebrazo el control, y le avisaron desde el VAR que no. Que era con el pecho. Se empeñó en seguir viendo una mano donde no la había, quién sabe si condicionado por el error de no expulsar a Camavinga en el primer acto. Un error no borra otro. Se suman. Tremendo.
Aunque estaba contra las cuerdas, el Sevilla pudo rematar la faena en una maniobra exquisita de Oliver que habilitó a Augustinsson y su centro a Mir, solo, no encontró respuesta satisfactoria del ariete, que saltó antes. También lo es que el cuadro de Lopetegui se cayó por completo, sin fuerza ni acierto para ligar cuatro pases seguidos. El Madrid olió la debilidad y su réplica fue demoledora. Recuperó Carvajal tras un córner, se fue por la derecha, centró atrás y Nacho, recién ingresado al césped, remató a la red. Como defensa era pesimista, en área enemiga derrochó optimismo para rescatar el empate. No se conformó el líder, que insistió hasta en la prolongación, con Rodrygo, de nuevo esencial en el ataque blanco, como ante el Chelsea. Resultó definitivo en la jugada clave, recibiendo un pase de tacón de Vinicius, aguantando hasta línea de fondo y metiendo atrás a Benzema, que resolvió como los más grandes. Allí donde cualquiera la rompe, él controló, se perfiló y sentenció el título de Liga. Un equipo espléndido, capaz de resolver en las condiciones más adversas. Se le pone cara de campeón