Con la llegada de los talibanes a Afganistán, un collage de fotografías se ha vuelto viral en redes sociales.
Se trata de una serie de imágenes que muestran la transformación de una madre musulmana, su hija y una muñeca, desde su vestimenta habitual hasta quedar completamente cubiertas con un burka y desaparecer.
La obra fue creada en 2010 por la fotógrafa yemení Boushra Almutawakel y, 11 años después, en medio de la crisis de Kabul, ha vuelto a circular ampliamente bajo la leyenda «desaparición».
Su enorme impacto ha terminado incluso por sorprender a su propia autora, considerada una defensora de los derechos de las mujeres y pionera en el mundo musulmán.
«Pasé de tener 1.500 seguidores a 20.000 en dos días, es una locura», le dice a BBC Mundo desde Dubai, donde vive actualmente junto a su familia.
Pero Boushra Almutawakel reconoce que tiene «sentimientos encontrados» al respecto.
Si bien se alegra de que su trabajo tenga repercusión en el mundo, cree que ha sido mal interpretado y utilizado como una forma de criticar al Islam y el uso del velo (o hijab).
En esta entrevista aclara cuál es el verdadero mensaje detrás de su obra y advierte que la «misoginia patriarcal» no solo se encuentra en el mundo musulmán y árabe, sino que «en todas partes».
Sus fotografías, especialmente la serie «Madre, hija y muñeca», han sido ampliamente compartidas en las redes sociales en los últimos días. ¿Cuál es el mensaje detrás de este trabajo?
Es un comentario sobre la misoginia patriarcal. El miedo, el control y la intolerancia. ¿Qué será suficiente para que estos extremistas acepten a las mujeres; cuántas capas serán necesarias? Porque sientes que con lo único que serán felices es con que ellas estén fuera de la vista.
Yo vengo de Yemen, que es un país que siempre ha sido muy conservador. Sin embargo, desde los años 80 en adelante se produjo la influencia del wahabismo, de Arabia Saudita, y yo sentí personalmente que se estaba volviendo demasiado extremo.
Y para mí eso no tiene nada que ver con el Islam. Antes, los velos eran coloridos. Cada aldea tenía su propio velo. En algunos pueblos las mujeres ni siquiera se cubrían la cara.
Yo no estoy en contra del hijab. Si fuera así, habría partido mi serie con una mujer en bikini. Pero ¿dónde dice que una niña de cinco años debe cubrirse el cabello?
Es como si la cultura fuera mucho más fuerte que la religión. Hay muchas cosas maravillosas sobre nuestra cultura, pero la parte misógina, la extremista, eso de cubrir completamente a las mujeres, esconderlas, usarlas como propiedad, no es parte del Islam.
Pero algunas personas han utilizado sus fotografías para criticar al Islam en general. ¿Cómo toma eso?
Definitivamente es un mal uso y una tergiversación porque esta serie de «madre, hija y muñeca» es parte de mi trabajo como mujer musulmana, como árabe, como una mujer yemení que usa el hijab.
Cuando yo regreso a casa (a Yemen), me pongo el hijab. He recibido tanto odio, en particular por parte de las mujeres árabes que me dicen que estoy en contra del Islam y del hijab.
Y ése era el miedo que yo tenía de exhibir mi trabajo en Occidente, porque incluso algunas personas de derecha han usado mi trabajo para mostrar cómo las mujeres islámicas están siendo oprimidas.
Y mi trabajo no es sobre el Islam, es sobre el extremismo. Se trata de la misoginia patriarcal, que no solo se encuentra en el mundo musulmán y árabe, está en todas partes.
¿Tiene sentimientos encontrados sobre la repercusión de su obra?
Sí. Estoy feliz de que la gente esté viendo mi trabajo, pero estoy un poco molesta porque es como si la gente usara mi trabajo para respaldar un mensaje que tienen que decir.
Los musulmanes y los árabes piensan que voy por Occidente, que estoy en contra del Islam. Pero lo están usando mal y lo tergiversaran.
Y yo no estoy hablando por las mujeres afganas. Ellas pueden hablar por sí mismas. Creo que la gente debe escuchar y no hablar en su nombre.
Y eso es lo que pasa con Occidente. Sé que es por buena voluntad, pero también queremos salvarnos a nosotros mismos y tenemos voces. Occidente no puede seguir hablando por nosotras.
Las mujeres afganas necesitan hablar. Y estoy segura de que lo harán. Ellas tienen voces, son fuertes.
Entonces ¿qué papel debería tener Occidente en las crisis que golpean a algunos países como Afganistán?
Occidente no necesita salvarnos. Y, en todo caso, Occidente nos ha destruido. Los talibanes fueron creados por Estados Unidos para que pudieran luchar contra los soviéticos.
Y le dejaron a los talibanes al pueblo afgano. ¿Quién los necesita? ¿Qué clase de mundo es este? Ojalá Occidente se mantuviera fuera de nuestros países, incluido el mío. Han destruido el Medio Oriente en todos los aspectos.
¿Le preocupa que lo que está pasando en Afganistán incremente aún más la islamofobia en el mundo?
Por supuesto. Y claro que lo hace. Pero la islamofobia existe con o sin los talibanes, viene desde el 11 de septiembre de 2001.
Y si no existieran los talibanes, buscarían otra cosa para para alimentar esta propaganda de cómo el Islam es el mal. Mucho de esto tiene que ver con la ignorancia y el miedo, por desgracia, y la incomprensión.
¿Qué quiso provocar con la serie «What if…» (Y si…), que muestra a un hombre utilizando un burka?
No estaba intentando provocar nada. Mientras estaba en la universidad, en Estados Unidos, pasé por una etapa religiosa y usé el hijab durante un año.
Recuerdo que cuando era verano yo estaba sentada ahí, sudando, y veía a los jóvenes árabes musulmanes de pantalón corto… y personalmente no tenía sentido para mí. Así que me lo quité (el velo).
Entonces ahí pensé: y ¿cómo sería esto al revés? Que fueran los hombres los que tuvieran que usar el hijab. Era una pregunta irrealista que quise traducirla a través de fotografías.
Recuerdo que exhibí la serie en una exposición en el Museo Nacional, en Yemen. Y para mi gran sorpresa, a muchas mujeres les encantó. Y creo que casi todos los hombres lo odiaron.
Recuerdo haber tenido una pelea con un médico que estudió en los Estados Unidos. Él me preguntaba: ¿qué estás tratando de decir? ¿Qué los hombres deberían ser mujeres? ¿Estás cuestionando lo que dijo Dios? Se lo tomó demasiado en serio.
«¡Déjennos en paz!»
Usted vivió en Francia varios años, uno de los países que ha prohibido el uso de la burka públicamente. ¿Cómo fue esa experiencia?
Es muy contradictorio. Su lema es la igualdad, libertad y fraternidad pero la realidad es otra cosa.
Los musulmanes son una minoría, están marginados. Y se enfocan en las mujeres, ellas son las más marginadas, las más vulnerables, es como una forma de extremismo pero en la otra dirección.
Me parece horrible, incluso más horrible porque Occidente ha sido educado en la modernidad, sobre la base de la libertad y la libertad de expresión. Pero no es verdad. Simplemente no es verdad.
Y ¿qué opinión tiene sobre el intenso debate que provoca el uso del velo?
No nos estamos centrando en los problemas reales. A las mujeres siempre se les dice qué hacer, ponerse el hijab o sacárselo, ser delgadas, ser jóvenes… ¡Déjennos en paz!
Mira lo que es la industria del maquillaje y del peso. Los miles de millones de dólares que hay ahí. Y las mujeres se someten a cirugías plásticas y se mueren de hambre para ser delgadas. Esa es también una forma de opresión.
Muchas de las mujeres que se cubren son médicos, políticas, escritoras, abogadas o artistas. Y son fuertes. No porque se cubra su cara o su cuerpo se le cubre el intelecto.
La mayor parte de las mujeres que usan el hijab no son oprimidas en lo absoluto.
¿Le preocupa el atropello de los derechos de las mujeres con el arribo de los talibanes en Afganistán?
Sí claro, tengo miedo como todos los demás. Las cosas que han sucedido en el pasado, mujeres a las que les disparan, las sacan de la escuela, las dejan sin trabajo, las asesinan, son muy horribles.
Cualquier forma de fundamentalismo, de extremismo, donde no hay espacio para la flexibilidad, para la discusión, para el diálogo, es muy aterrador.
Sin embargo, creo que estamos viviendo un momento diferente porque ahora tenemos teléfonos celulares y redes sociales y no pueden salirse con la suya como solían hacerlo.
También creo que esta vez muchas mujeres lucharán más. Han tenido veinte años de una mejor vida, y son fuertes, ambiciosas y capaces. Tengo fe en ellas.